A qué vienes ahora a ver cómo me rindo,
cómo me aferro a ti sin consuelo
y me entrego cabizbajo
porque eres lo único que queda.
De qué sirve ahora esa actitud impasible, esa indolencia inquisitiva
cuando el veneno roe mi garganta y el polvo
encuentra su sendero en la vergüenza,
cuando te miro como perdido y fuera de mí
y me esfuerzo por postrarme en la inclemencia
que bosqueja en el espejo
el odio
la ausencia y el desprecio.
Te quiero cerca cuando menos te necesite,
quiero que me recuerdes el fracaso que soy
cuando todos rían a mi alrededor.
Que me llames inútil,
patético
y penoso;
débil,
cobarde,
estorbo tóxico y lamentable.
Que lo repitas cuando menos crea merecerlo,
que me pises y me pegues
hasta que comprenda en mi reflejo que
nunca fui ni seré suficiente.
Hazme caer al suelo y tiritar,
golpéame,
rómpeme,
pero no me dejes olvidar.
Menciona que estarás siempre conmigo,
que me ves llorar en silencio,
que me escuchas impávido cuando te doy la espalda,
que eres odio, ausencia y desprecio.
Muéstrame, si no puedes perdonarme
-y sé que no podré-
que sólo tú sabes quererme.
jueves, 17 de septiembre de 2015
miércoles, 16 de septiembre de 2015
Hay un hombre sentado en la orilla
buscando su rastro entre la arena
que practica en su cuerpo el fracaso donde
los muertos hablan de pulsaciones y rutinas.
Soy sólo mi sombra cuando el mar cubre mi espalda
y la sal se filtra por mis labios y el olvido.
Soy el antes y el después
porque no quiero estar aquí.
Ser feliz fue solamente pasear la vida de puntillas.
Pero si no tuvieras que intentarlo torpemente para empezar a darte cuenta,
si existieras sólo en el amor que nunca aprendiste a merecer,
si no danzaras bajo el agujero que con saña se extiende y cierne
sobre ti
como aquel verso cobarde que te niegas a dejar escrito.
Hay un hombre muerto en la orilla
que ha escrito en la arena su rastro:
"Caminante, no hay camino,
no hay camino,
no hay camino".
buscando su rastro entre la arena
que practica en su cuerpo el fracaso donde
los muertos hablan de pulsaciones y rutinas.
Soy sólo mi sombra cuando el mar cubre mi espalda
y la sal se filtra por mis labios y el olvido.
Soy el antes y el después
porque no quiero estar aquí.
Ser feliz fue solamente pasear la vida de puntillas.
Pero si no tuvieras que intentarlo torpemente para empezar a darte cuenta,
si existieras sólo en el amor que nunca aprendiste a merecer,
si no danzaras bajo el agujero que con saña se extiende y cierne
sobre ti
como aquel verso cobarde que te niegas a dejar escrito.
Hay un hombre muerto en la orilla
que ha escrito en la arena su rastro:
"Caminante, no hay camino,
no hay camino,
no hay camino".
martes, 15 de septiembre de 2015
Teoría 4
Tú no puedes ser nadie, porque ya eres nada;
no puedes adaptarte a lo que ellos llaman tiempo,
y es por eso que observas todo con ojos de niño,
y es por eso que surcan tu rostro arrugas que no tienes.
Pero la Tierra gira y
el reloj es piedra en mi bolsillo,
ciudad desierta en las entrañas;
acuario, jaula, amor de fatiga y desencuentro,
caricia tersa en la noche.
¡Qué crueldad conocerse, frente al espejo!
¡Qué castigo bordear ser, y no hay nada!
Olvídate de ser, eres un golpe seco
de bruma y espejismo;
caminas solo, a lo lejos, y distante.
No huyas,
no te escondas:
caminas solo, a lo lejos, y distante.
Hablarán de ti.
Dirán quizás que han vuelto a ver,
andando,
una sombra que ya creían extinta,
un muchacho de mirada desconfiada y esquiva,
de palabra torpe y cenagosa.
Se alegrarán un instante de saber que aún existes,
y pasarán a cosas de importancia.
Pero la Tierra gira y
no ha vuelto a salir el sol.
Ven, no tengas miedo,
también el amanecer será triste.
no puedes adaptarte a lo que ellos llaman tiempo,
y es por eso que observas todo con ojos de niño,
y es por eso que surcan tu rostro arrugas que no tienes.
Pero la Tierra gira y
el reloj es piedra en mi bolsillo,
ciudad desierta en las entrañas;
acuario, jaula, amor de fatiga y desencuentro,
caricia tersa en la noche.
¡Qué crueldad conocerse, frente al espejo!
¡Qué castigo bordear ser, y no hay nada!
Olvídate de ser, eres un golpe seco
de bruma y espejismo;
caminas solo, a lo lejos, y distante.
No huyas,
no te escondas:
caminas solo, a lo lejos, y distante.
Hablarán de ti.
Dirán quizás que han vuelto a ver,
andando,
una sombra que ya creían extinta,
un muchacho de mirada desconfiada y esquiva,
de palabra torpe y cenagosa.
Se alegrarán un instante de saber que aún existes,
y pasarán a cosas de importancia.
Pero la Tierra gira y
no ha vuelto a salir el sol.
Ven, no tengas miedo,
también el amanecer será triste.
lunes, 7 de septiembre de 2015
"El último enemigo que debe ser destruido"
Tú que naciste del perdón a uno mismo
y convidaste el púrpura en
mitad del desequilibrio y el desajuste.
Tú que naciste en la tierra
donde crecen los árboles
sin ramas ni raíces.
Que existes para recordarme
como yo no puedo;
que cierras los ojos,
que te giras y me increpas sin maldad
ante la oquedad y la espesura.
Tú que me tiendes la mano
y te esfuerzas por alejarme
del fango, del vacío yerto y del oprobio.
Tú que cargas en tu espalda
no lo que soy
sino lo que puedo ser
suplicarás, porque haré que supliques,
mancharás con tu sangre todo
lo que un día fui
y me recrearé en tu dolor
para que también sea el mío.
Despojado de rostro, de figura y de palabra
agonizarás mientras me miras a los ojos una última vez
y lucharás por recordar cuál fue tu nombre.
Tú, que naciste para salvarme,
ahora has de morir entre mis manos.
miércoles, 2 de septiembre de 2015
Esperad
Esperad, esperad.
El ardor comenzará en el pecho y rápidamente se extenderá como un parásito,
entonces la piel será celda de la que intentar zafarse.
Pero esperad.
Le flaquearán los tobillos y caerá sobre sus rodillas,
en el suelo comenzará a temblar de miedo ante la nada.
Los ojos se agrandarán y le devolverá la mirada
un pánico lóbrego y frío.
No hagáis nada; sólo esperad.
Un aire angosto y pálido someterá su cuerpo,
la culpa será un martillo persistente y
la memoria un puñal siete veces clavado.
Dejadle.
Hasta que desee que cada aliento exhalado sea el último,
hasta que sus ojos sean un palacio derruido,
hasta que la sangre que corre por su cuerpo sea carcoma
y sus huesos se tornen de cristal.
Esperad a que su voz sea un animal desmembrado,
a que se arrastre por el suelo hasta agotar sus últimas fuerzas.
No le atéis las manos.
No le arrojéis a la fosa.
No será necesario intervenir.
Sólo esperad.
El ardor comenzará en el pecho y rápidamente se extenderá como un parásito,
entonces la piel será celda de la que intentar zafarse.
Pero esperad.
Le flaquearán los tobillos y caerá sobre sus rodillas,
en el suelo comenzará a temblar de miedo ante la nada.
Los ojos se agrandarán y le devolverá la mirada
un pánico lóbrego y frío.
No hagáis nada; sólo esperad.
Un aire angosto y pálido someterá su cuerpo,
la culpa será un martillo persistente y
la memoria un puñal siete veces clavado.
Dejadle.
Hasta que desee que cada aliento exhalado sea el último,
hasta que sus ojos sean un palacio derruido,
hasta que la sangre que corre por su cuerpo sea carcoma
y sus huesos se tornen de cristal.
Esperad a que su voz sea un animal desmembrado,
a que se arrastre por el suelo hasta agotar sus últimas fuerzas.
No le atéis las manos.
No le arrojéis a la fosa.
No será necesario intervenir.
Sólo esperad.
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