lunes, 7 de septiembre de 2015

"El último enemigo que debe ser destruido"

Tú que naciste del perdón a uno mismo
y convidaste el púrpura en
mitad del desequilibrio y el desajuste.
Tú que naciste en la tierra
donde crecen los árboles
sin ramas ni raíces.
Que existes para recordarme
como yo no puedo;
que cierras los ojos,
que te giras y me increpas sin maldad
ante la oquedad y la espesura.
Tú que me tiendes la mano
y te esfuerzas por alejarme
del fango, del vacío yerto y del oprobio.
Tú que cargas en tu espalda
no lo que soy
sino lo que puedo ser

suplicarás, porque haré que supliques,
mancharás con tu sangre todo
lo que un día fui
y me recrearé en tu dolor
para que también sea el mío.
Despojado de rostro, de figura y de palabra
agonizarás mientras me miras a los ojos una última vez
y lucharás por recordar cuál fue tu nombre.

Tú, que naciste para salvarme,
ahora has de morir entre mis manos.


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